Cuando queremos hablar de educación en nuestro país, se nos vienen a la cabeza mil ideas novedosas acerca del dónde estamos situados y hacia dónde podríamos llegar en el ámbito de cómo evolucionar pedagógicamente, realizando diversas actividades como visitar países con experiencias exitosas o planes que teóricamente dieron respuesta a situaciones específicas dentro de sus propios colegios; que llevaron a dar renombre a países como Singapur, Finlandia y porque no señalar también España; seguro se me debe escapar algún otro con experiencias significativas, pero menos memorizadas en el colectivo de gestión educativa.
Debemos tomar en cuenta que en estos países y en otros no mencionados, la diversidad social es distante de lo que tenemos en el país, como por ejemplo la menor cantidad de estudiantes en aula, esto se debe que la población, sobre en todo en países europeos es baja en estos grupos, en donde tener hijos(as) no es tan frecuente como en América Latina, solo como ejemplo; donde la prioridad es el crecer como individuos, visitar el planeta, no complicarse en demasía, por ende la formación de familias nucleares no es parte de los objetivos a corto plazo, lo que resulta en pocos estudiantes para dichos establecimientos.
Se contrapone con aulas orientales, donde los gobiernos en algún momento gestionaron detener la sobrepoblación, indicando que un hijo(a) era suficiente para cada familia, teniendo a su vez aulas con más estudiantes que sus vecinos europeos; siendo China, en este caso sirve el ejemplo, una de las potencias a nivel mundial, lo que se logra con niveles pedagógicos superiores, los cuales comienzan en las escuelas.
El currículo actual de nuestro país, a mi parecer se ve alejado a las características particulares de los niños, es decir, cada etapa del desarrollo del ser humano va evidenciando ciertas situaciones que puede o no realizar; un niño de primero básico no puede realizar actividades que son coherentes a una alumna de 4° medio; a pesar del ejemplo extremo, da evidencia de que cada persona, tanto biológica, social, física y/o psicológicamente desempeña tareas dependiendo de su edad, y más específicamente en qué parte de su evolución se encuentra; es demasiado importante que la discusión pedagógica acerca de lo que aprenden nuestros estudiantes vayan en sintonía con la etapa antes explicada en directa evolución de cada individuo.
En Chile, se dividen los aprendizajes en tres etapas, Educación Inicial, Básica y Media; siendo la primera la puerta de entrada al mundo académico, pero no obligatoria para su ingreso, un contradicción por donde se mire; la segunda de una obligatoriedad legal, y la última con más de alguna forma de evitarla. El cenco superior está en escoger en la opción universitaria o técnica; la primera con posibilidades de sobrepasar el pregrado otorgado por las Universidades, en grados académicos a ejecutar tanto dentro como fuera del territorio nacional, la segunda nos deja aptos para ingresar rápidamente al mundo laboral, con la libertad de seguir perfeccionándose al gusto del usuario y requerimientos del empleador.
Como conclusión, una vez observado la gestión educacional de nuestro país me atrevo a concluir, que hemos decidido no seguir una línea lógica del avance curricular de nuestros estudiantes, donde las experiencias internacionales copiadas no se ajustan a la idiosincrasia nacional, donde las etapas educacionales no van en igualdad de exigencias, no siguiendo las características de los estudiantes que se presume educar. Las casas de estudios superiores ofrecen al mejor postor la posibilidad de hegemonizar sus logros académicos para que estos se conviertan en metas país, no siendo estas, muchas veces, de interés para el desarrollo nacional según las metas propuestas como Estado.
Como se soluciona esto; con la simpleza de la comunicación efectiva y tener claridad de que queremos como Estado para nuestra población, una discusión de fondo y forma, la participación “involucrativa” de diversos actores, marcando la diferencia entre ser un tema gobierno a un tema país. Puede que dentro de esa discusión de a lo menos un par de años, podamos obtener la voluntad política de dar un paso al costado y obtener la voluntad social-académica para cuando queramos volver a hablar de educación en nuestro país.
Ricardo J. Díaz Asencio
Educador de Párvulos
Doctor en Educación mención Gestión Educativa UPT